De la autarquía al desarrollismo

Las colas del racionamiento

Al terminar la guerra, Franco se encontró con un país destruido: las infraestructuras estaban dañadas, los campos agrícolas abandonados, las fábricas desorganizadas y la población sufría hambre y miseria. Además, la Segunda Guerra Mundial estalló ese mismo año, lo que aisló aún más a España, que quedó fuera de los grandes circuitos económicos internacionales. En ese contexto, el régimen adoptó una política económica basada en la autarquía, es decir, en la autosuficiencia económica. El objetivo era que España pudiera vivir sin depender de las importaciones ni del comercio exterior, produciendo dentro del país todo lo necesario. Esta idea estaba muy influida por los modelos fascistas de la Alemania nazi y la Italia de Mussolini, que Franco admiraba, y también por la desconfianza hacia el capitalismo liberal y el comunismo soviético.

“ La autarquía franquista significó años de pobreza, ineficiencia i racionamiento
- Ramón Tamames

El Estado controlaba los precios, salarios, comercio e incluso la distribución de los alimentos. Se crearon organismos como el Servicio Nacional de Trigo o el Instituto Nacional de Industria (INI) para planificar la economía. Sin embargo, la gestión económica fue muy ineficiente. Las decisiones se tomaban desde la administración, a menudo por criterios políticos y no económicos, y esto generó escasez de alimentos, había racionamiento y muchos productos sólo podían conseguirse en el mercado negro, donde los precios eran mucho más altos. En Barcelona y en las comarcas industriales catalanas, muchas empresas textiles y metalúrgicas quedaron paralizadas por falta de materias primas y de inversión. Este período, conocido como “los años del hambre”, provocó una fuerte caída del nivel de vida. Además, tras la derrota de las potencias fascistas en la Segunda Guerra Mundial, las Naciones Unidas condenaron al régimen franquista y recomendaron romper relaciones diplomáticas con España. Hasta finales de los años cuarenta, Franco vivió en una situación de aislamiento internacional casi total, sólo sostenido por algunos países sudamericanos.

Estraperlo en las callers de Barcelona (Getty) y cartilla de racionamiento

A partir de la década de los cincuenta, la situación empezó a cambiar lentamente. La Guerra Fría hizo que Estados Unidos viese a Franco como un aliado anticomunista, y en 1953 se firmaron acuerdos militares y económicos, que permitían la instalación de bases militares estadounidenses en territorio español a cambio de ayuda económica. Sin embargo, la autarquía había arruinado la economía y la inflación, la falta de productividad y la pobreza seguían siendo graves problemas. Era evidente que era necesaria una transformación profunda. En 1959, el gobierno franquista aprobó el Plan de Estabilización, impulsado por ministros tecnócratas vinculados al Opus Dei. Este plan marcó el inicio del período conocido como desarrollismo o desarrollo económico (1959–1973).

“ Los años del desarrollo fueron una contradicción: crecía la economía,
 pero el régimen impedía el crecimiento de la libertad
- Jordi Pujol

El nuevo modelo liberalizó parcialmente el mercado, redujo el control estatal y abrió a España a las inversiones extranjeras. Los resultados fueron espectaculares: la economía creció a un ritmo sin precedentes y el país se modernizó. En Cataluña, especialmente en Barcelona, ​​este crecimiento se tradujo en un fuerte impulso industrial. La creación de la fábrica SEAT en Zona Franca en 1953 y la expansión de sectores como el textil, la química o la construcción convirtieron a la región en uno de los principales motores económicos de España.

Franco de visita a la SEAT (1955)

El desarrollo provocó grandes cambios sociales. Miles de personas del sur de España emigraron a Cataluña para trabajar en las fábricas y en la construcción. Así nacieron nuevos barrios obreros como Bellvitge, Sant Ildefons o el Besòs, que cambiaron completamente la fisonomía del área metropolitana de Barcelona. A su vez, el turismo se convirtió en una fuente esencial de riqueza: las costas catalanas, especialmente la Costa Brava, se llenaron de hoteles y visitantes europeos, que aportaban divisas y nuevas costumbres.

“ El régimen de Franco consiguió estabilizar la economía, pero no modernizar la política. El milagro económico español convivió con una dictadura anacrónica
- Stanley G. Payne

A pesar de este crecimiento económico y social, el régimen franquista se mantuvo autoritario y represivo. La apertura económica no supuso una apertura política. La censura y la carencia de libertades continuaron, aunque la sociedad catalana, más urbanizada y formada, empezaba a reclamar cambios.

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