
Después de la Guerra Civil, los partidos políticos y otras organizaciones sociales opositoras al régimen fueron ilegalizadas, pero muchas de ellas continuaron sus actividades de forma clandestina. Para el régimen franquista, comunistas y anarquistas, sindicalistas y empresarios, todos eran igual de sospechosos. El Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC) fue muy activo. Tuvo una amplia red de militantes y simpatizantes que actuaban en fábricas y barrios obreros y organizó huelgas, manifestaciones y actividades clandestinas de propaganda contra el régimen. Algunos miembros del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) también se mantuvieron activos. Unió Democràtica de Catalunya, aunque de carácter democristiano, siguió luchando en defensa de los derechos democráticos y la cultura catalana. Incluso, Manuel Carrasco Formiguera, su fundador, fue capturado y ejecutado por el régimen franquista cuando intentaba marcharse al exilio. Algunos miembros de Esquerra Republicana de Catalunya, aunque muy debilitada después de la guerra, también continuaron su actividad, aunque con menor capacidad organizativa. Algunos grupos recurrieron a la lucha armada, como los maquis en el inicio de la dictadura, o varias organizaciones terroristas más adelante.
“ El silencio de quienes luchan en la sombra es más fuerte
que el ruido de las armas del opresor
— Vicente Aleixandre (Premio Nobel)
Los sindicatos también fueron ilegalizados por el régimen, pero trabajando desde la clandestinidad tuvieron un papel fundamental en la movilización de los trabajadores catalanes. A finales de los años cincuenta se fundó Comisiones Obreras (CCOO), que tuvo un fuerte arraigo en las fábricas catalanas y fue clave en la organización de huelgas masivas. La CNT, de tendencia anarquista, se mantuvo activa durante los primeros años de la dictadura y jugó un papel importante en la reactivación del movimiento libertario en los 60 y 70. Otros sindicatos como UGT también continuaron su lucha social y política, aunque con menor fuerza que en épocas anteriores.

También en las universidades catalanas, especialmente en la Universidad de Barcelona, se formaron grupos clandestinos de estudiantes, siguiendo las huellas de la Federación Nacional de Estudiantes de Cataluña (FNEC), fundada en 1932 y posteriormente ilegalizada. Estos movimientos estudiantiles se hicieron más activos en los años 60 y 70, organizando manifestaciones y acciones de desobediencia civil, muchas de las cuales terminaron en enfrentamientos con la policía. Posteriormente, el Sindicato Democrático de Estudiantes de la UB, fundado en 1966 como una alternativa clandestina en el SEU, fue una organización clave en la movilización estudiantil contra la dictadura.
Además, una serie de organizaciones nacionalistas catalanas, como el Frente Nacional de Cataluña (FNC), creado en 1940 con el objetivo de luchar por la independencia de Cataluña, jugaron un papel importante en la formación de un espacio político de resistencia catalanista. Estat Català, otra organización independentista, fundada antes de la Guerra Civil y prohibida durante el franquismo, también se mantuvo activa, tanto en la clandestinidad como desde el exilio. Por otra parte, organizaciones culturales como el Institut d'Estudis Catalans (IEC), Òmnium Cultural o la Assemblea de Catalunya, un organismo unitario de fuerzas de izquierda, nacionalistas y comunistas, creado en 1971, fueron indispensables para mantener viva la identidad catalana y movilizar a la sociedad en la última etapa del franquismo.
Sea como fuere, el activismo desde la clandestinidad en diversos ámbitos, desde la política o el obrerismo hasta la cultura y la educación, fue fundamental para sobrevivir al franquismo. Estos movimientos, aunque constantemente perseguidos, contribuyeron en mayor o menor medida a la caída del régimen.

