
Al atardecer del 28 de marzo, cuatro días antes del fin
de la guerra, el Stanbrook zarpó sorteando los proyectiles de la flota
franquista, con 2638 personas a bordo, no dejando a nadie en el muelle, tal y
como había prometido su capitán. Como el número de pasajeros que llevaba
excedía su capacidad, tuvo que realizar el trayecto escorado, navegando por
debajo de la línea de flotación. Tras 22 horas de travesía, la nave llegó al
puerto de Mazalquivir, cerca de Orán. Dos días después, gracias a las gestiones
del capitán, las autoridades coloniales francesas dejaron desembarcar a las
mujeres, los niños, los heridos y los enfermos. Los hombres —unos 1500— aún
tardaron unas semanas en hacerlo por decisión de la administración francesa, ya
que la España fascista reclamaba a estos refugiados. La terrible represión y
exterminio al que eran sometidos los prisioneros republicanos, que ya empezaba
a trascender a nivel internacional, frustró finalmente el acuerdo de devolución
de los pasajeros, posibilitando el acercamiento del barco al puerto y la
concesión de asilo a sus ocupantes. La mayor parte fueron conducidos al campo
de concentración de Camp Morand, en Boghari, en el interior del Sáhara, donde
fueron utilizados como mano de obra gratuita para construir el Transahariano.
El Stanbrook llevó a cabo la última evacuación de
refugiados republicanos del puerto de Alicante. Horas más tarde que lo hiciera
el Stanbrook zarpó el Marítima, un barco tres veces mayor, llevando a bordo
sólo treinta personas, entre ellos diputados, jueces y líderes republicanos, lo
que suscitó una gran polémica. En el puerto quedaron más de 15.000 refugiados
atrapados, que fueron conducidos por los soldados de la División Littorio, una
unidad militar italiana que reforzaba a las tropas franquistas, al campo de
concentración de Albatera. Sólo seis meses después de ese viaje, Stanbrook tuvo
un final trágico en el mar del Norte, al ser hundido por un torpedo de un
submarino alemán. El capitán Dickson murió en el hundimiento.
La mayoría de refugiados que huyeron al extranjero en barcos como Stanbrook o atravesando los Pirineos eran trabajadores y gente humilde de clase obrera. Pero huyeron también intelectuales y líderes políticos, muchos de ellos catalanes, que habían sido simpatizantes de la República y de los ideales republicanos. Algunos encontraron asilo en países europeos como Francia, Gran Bretaña, Suiza o Bélgica. Sin embargo, la mayoría emigraron a América Latina, a países como México, Argentina y Chile, donde establecieron redes de cooperación y siguieron desarrollando su actividad académica y cultural, contribuyendo al desarrollo de las comunidades de acogida.
