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Manifestación de trabajadores de la SEAT
El El 18 de octubre de 1971, la fábrica SEAT de la Zona Franca de Barcelona vivió una protesta inédita en aquellos tiempos que se convertiría en uno de los episodios más importantes de la lucha obrera contra el franquismo. Hasta entonces, SEAT, que era la mayor fábrica de España y un símbolo modélico del régimen, nunca había sido conflictiva. La movilización de los trabajadores fue originada por el despido de los representantes sindicales surgidos de las elecciones convocadas por el sindicato vertical franquista, que ganaron a los representantes de Comisiones Obreras, entonces en la clandestinidad.
Desde primera hora de la mañana, algunos de los despedidos entraron en la fábrica a escondidas para organizar una movilización y negociar su readmisión. Lejos de escuchar petición alguna, la reacción de la empresa —y del régimen— fue llamar a las fuerzas de seguridad. Efectivos de la Policía Nacional -los "grises"- y de la Guardia Civil rodearon y entraron en la fábrica a caballo, fuertemente armados. La Seat se convirtió en el escenario de una batalla campal en la que hubo numerosos heridos y cientos de detenidos. Entre los heridos, Antonio Ruiz Villalba, de treinta y tres años, soldador, que recibió varios disparos que, días después, le causarían la muerte. Lo recuerda uno de los impulsores de esa protesta:
“ Los caballos caían, porque los trabajadores echábamos rodamientos,
aceite y grasa en el suelo, y uno de los policías que cayó,
que tenía más miedo que nosotros, sacó la pistola y le disparó...
— Pedro López Provencio
Antonio Ruiz Villalba no era una persona especialmente significada en la lucha obrera, pero se convirtió en símbolo. A la protesta del día 18 siguieron otras, con manifestaciones callejeras y paros solidarios de los trabajadores de fábricas como Hispano Olivetti o la Maquinista Terrestre y Marítima.
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Manifestación de trabajadores de la SEAT
Cataluña era una de las regiones más industrializadas de España, con sectores importantes como el textil, el metal, la construcción o la química. Esto dio lugar a una clase trabajadora numerosa y organizada, que ya durante la Segunda República y la Guerra Civil había tenido un papel destacado en las luchas sociales y políticas. Tras la victoria franquista, las reivindicaciones fueron reprimidas, pero el descontento persistió, sobre todo porque el crecimiento económico de los años 50 y 60, conocido como el milagro económico español, no se tradujo en mejoras sustanciales para la clase trabajadora. Las huelgas ilegales fueron una de las formas más importantes de canalizar ese descontento.
Las primeras huelgas fueron las del textil. En 1946 y 1947, en Manresa y Sabadell, los trabajadores del sector protagonizaron huelgas en protesta por las duras condiciones laborales y los bajos salarios. Pese a la represión, estas movilizaciones marcaron el inicio de la reactivación del movimiento obrero en Cataluña y mostraron que la resistencia no había desaparecido del todo.
Pocos años después, en 1951, la huelga de tranvías de Barcelona tuvo un gran impacto en la resistencia antifranquista en Cataluña. La huelga empezó como un boicot espontáneo de los ciudadanos contra el aumento de las tarifas del tranvía y el agravio comparativo que se establecía con el precio del propio servicio en Madrid. Pero la protesta también expresaba el profundo malestar por las durísimas condiciones de vida de la mayoría de la población desde el final de la Guerra Civil. El inicio de la huelga fue espontáneo, aunque más tarde se apuntaron y le apoyaron militantes de CNT, FNC, FNEC y otros. Durante dos semanas, gran parte de los barceloneses dejó de utilizar los tranvías y participó en numerosas manifestaciones y duros enfrentamientos con la Guardia Civil, que incluso provocaron muertes. El gobierno finalmente se vio obligado a revertir el aumento de tarifas, algo que fue percibido como una victoria popular.
La huelga de tranvias de 1951
Durante los años sesenta, las huelgas en Cataluña empezaron a organizarse más a menudo, especialmente en sectores industriales como el metal, la construcción y la automoción. En esos años, CCOO emergió como una de las organizaciones sindicales clandestinas más activas, logrando penetrar en el sindicato vertical y organizando huelgas desde dentro. Un ejemplo fue la de los trabajadores de SEAT, en 1966, en demanda de mejores condiciones laborales y salarios más justos. La huelga fue reprimida, pero demostró la capacidad de organización de la clase trabajadora catalana. En ciudades industriales como Sabadell, Terrassa, Mataró, Manresa y Granollers, donde predominaba la industria textil, metalúrgica y química, los trabajadores protagonizaron también numerosos conflictos laborales, pese a la prohibición oficial.
En los últimos años del franquismo, las huelgas se multiplicaron en toda España, siendo Cataluña uno de los principales focos de movilización. La huelga de la construcción de Barcelona, en 1970, fue una de las más importantes. Los trabajadores exigían mejores salarios y condiciones laborales, en un momento en el que el sector experimentaba un boom debido al crecimiento urbanístico de la ciudad. Esta huelga duró varios meses y fue reprimida duramente por las fuerzas de seguridad franquistas. La huelga de "La Pegaso", de nuevo en Barcelona, en 1971, también alcanzó una notable dimensión.
El mundo universitario fue también escenario de huelgas que, aunque empezaron por demandas relacionadas con cuestiones estudiantiles, rápidamente se convirtieron en un medio para exigir derechos políticos y libertades democráticas. Los estudiantes vieron la universidad como un espacio para debatir y articular la oposición al régimen y, a partir de la década de 1960, empezaron a organizarse de forma más efectiva a través de organizaciones clandestinas como el Sindicato Democrático de Estudiantes Universitarios, que era una alternativa al SEU, el sindicato oficial. La policía franquista y la Brigada Político-social disolvieron violentamente muchas de estas protestas y detuvieron a muchos estudiantes, y algunos fueron expulsados de las universidades.
“ Los trabajadores en tiempos del franquismo se convirtieron en héroes anónimos, luchando no sólo por su supervivencia,
sino por un futuro mejor para todos
— Joaquim Amat-Piniella
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