
La calle está llena de estudiantes. Los gritos de "¡Libertad!" y “¡Democracia!” resuenan con fuerza, mientras algunas pancartas, hechas con prisas durante la noche, se levantan sobre sus cabezas. Un grupo vigoroso distribuye folletos entre la multitud, con consignas contra la represión. La tensión se palpa en el ambiente, pero también se palpa la determinación. Los vehículos de la policía, armados con porras y escudos, no tardan en llegar. Los manifestantes dudan, pero el grito valiente de alguien de la cabeza les anima a mantenerse firmes. Y entonces comienzan las cargas. Algunos estudiantes intentan resistir pacíficamente, pero muchos corren hacia las calles cercanas, intentando evitar ser golpeados o arrestados. Los libros y las pancartas caen y se esparcen por el suelo, pero el espíritu de la protesta no se derrumba. Incluso hay algunos que todavía siguen gritando.
“ En las aulas y en las calles, los estudiantes encarnaron la resistencia;
su lucha era un grito de cambio en medio del silencio impuesto
— Montserrat Roig
Tras la Guerra Civil, Franco implantó un régimen autoritario que buscaba el total control de la vida política, social y cultural del país. Durante las primeras dos décadas del franquismo, las universidades estaban controladas por el SEU, el Sindicato Español Universitario, una organización estudiantil falangista que servía como aparato ideológico del régimen. Sin embargo, hacia finales de los años 50, las tensiones sociales y políticas en España aumentaron, y las universidades se convirtieron en un espacio de crítica y debate. En la Universidad de Barcelona empezaron a formarse pequeños grupos de resistencia clandestina, vinculados principalmente al PSUC, y grupos catalanistas como el Frente Universitario de Cataluña empezaron a tener un papel relevante. La primera huelga estudiantil de 1956 fue reprimida duramente por la dictadura.
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A partir de la década de los 60, los estudiantes universitarios, en particular de la Universidad de Barcelona, empezaron a expresar un descontento creciente con el régimen, y la movilización se convirtió en una herramienta de lucha por los derechos democráticos, la autonomía y la defensa de la lengua y cultura catalana. Durante estos años, las protestas estudiantiles se multiplicaron con huelgas, manifestaciones y actos de desobediencia, como la ocupación de universidades y las protestas masivas contra la represión. En 1966, la Capuchinada fue un episodio emblemático de la movilización estudiantil catalana, propiciando la creación del Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad de Barcelona (SDEUB). Como en otras partes de España, las influencias de movimientos internacionales, como el Mayo del 68 francés, fueron claves para el empoderamiento de los estudiantes catalanes.
“ Las reivindicaciones políticas fueron la chispa que encendió la llama de la resistencia, en cada manifestación se forjaban los cimientos de un futuro mejor
— Josep Pla
En la década de los 70, la movilización estudiantil en Cataluña se radicalizó aún más, en paralelo al agotamiento del régimen franquista. Los estudiantes no sólo pedían mejoras en el sistema educativo y el fin de la represión, sino también la autonomía y reconocimiento de su lengua y cultura. La Universidad Autónoma de Barcelona, fundada en 1968 y todavía controlada por el régimen, se convirtió en un nuevo foco de movilización, un espacio en el que las ideas de oposición se expandieron rápidamente. Las huelgas estudiantiles y protestas de 1971 y 1972 hicieron visibles las crecientes demandas de cambio político. En muchos casos, los estudiantes catalanes estaban estrechamente vinculados con movimientos obreros, especialmente en el cinturón industrial de Barcelona, lo que unió las luchas políticas y sociales. Muchos de los activistas estudiantiles de esa época se convirtieron en líderes importantes durante la Transición democrática.
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Facultad de Medicina de la Universitat de Barcelona, mayo de 1968 (Josep Pagà Carbonell)