La Batalla del Ebro, la última ofensiva republicana

Milicias republicanas en el frente de Aragón (Alec Wainman)

El campamento comienza a latir con la primera luz del día. Las tiendas de campaña están dispersas en un terreno seco y pedregoso, rodeadas por matorrales y olivos, con las trincheras visibles a pocos metros. Algunos milicianos ya se preparan para la jornada, limpiando las armas y ajustándose los uniformes rasgados. Alrededor de una hoguera, otros soldados calientan café en latas reutilizadas. Hablan en voz baja y bromean para hacer más ligera la tensión. El compañerismo, tan inevitable como necesario, es una de las pocas virtudes que afloran durante el conflicto. También hay un hombre que escribe una carta a su familia, y a pocos metros, un par que revisan la munición y reparten las balas. Los mensajeros, los más jóvenes de todos, se apresuran a repartir las órdenes entre las unidades. Todo está listo para un nuevo día de batalla.

“ La batalla del Ebro fue una guerra dentro de la guerra,
 una lucha desesperada y sangrienta donde la esperanza republicana
 se evaporó gota a gota junto al caudal del río
Ernest Hemingway

La batalla del Ebro, entre julio y noviembre de 1938, fue la batalla más larga y sangrienta de la Guerra Civil. Aunque tuvo lugar principalmente en la orilla aragonesa del río Ebro, fue crucial para Cataluña, porque representó el último gran esfuerzo del Ejército Republicano por detener el avance de las tropas franquistas.

A mediados de 1938, las fuerzas republicanas se hallaban en una situación muy delicada. Tras la ofensiva en Aragón y la caída de Vinaròs en abril de 1938, el ejército sublevado había logrado dividir el territorio republicano en dos, y Cataluña quedó aislada del resto de la zona republicana. En ese contexto, el presidente del gobierno, Juan Negrín, y el mando militar consideraron que una gran ofensiva en el Ebro podría permitir recuperar terreno, aliviar la presión sobre Valencia y demostrar a las potencias internacionales que la República todavía era una fuerza a tener en cuenta, lo que podría forzar una intervención diplomática.

Milicias republicanas en el frente de Aragón

Así, en la madrugada del 25 de julio de 1938, las tropas republicanas, con el apoyo de las Brigadas Internacionales, lanzaron una ofensiva atravesando el río Ebro, con el objetivo de capturar a Gandesa y frenar el avance de las fuerzas rebeldes. Pero las tropas franquistas, comandadas por generales como Juan Yagüe, organizaron una resistencia feroz, y a mediados de agosto, con el apoyo de una aviación muy superior proporcionada por la Alemania nazi y la Italia fascista, lograron contener la ofensiva. A partir de octubre, las tropas republicanas empezaron a retroceder. La retirada fue ordenada y meticulosa, pero el desgaste y bajas fueron enormes. En los cuatro meses de combates hubo 100.000 bajas, entre fallecidos, heridos y prisioneros: 70.000 soldados republicanos y 30.000 franquistas.

“ El Ebro fue el río de la dignidad, pero también de la sangre que se desbordó
sin piedad; allí, el corazón republicano se rompió para siempre
Pablo Neruda

La batalla duró hasta el 16 de noviembre de 1938, y los combates tuvieron lugar en condiciones extremadamente duras. El territorio se convirtió en un campo de operaciones devastado, lleno de trincheras, destrucción y cuerpos sin vida. La derrota marcó el inicio del final para la resistencia republicana, pese a los últimos intentos desesperados en el frente del Segre, y allanó el camino para la posterior ocupación de Cataluña. Entre diciembre de 1938 y febrero de 1939, las tropas de Franco avanzaron rápidamente por el territorio catalán, y el 26 de enero de 1939, Barcelona cayó en manos de los sublevados.


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