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Inmigrantes
En los años cuarenta y
cincuenta, después de la Guerra Civil, el franquismo victorioso hundía al país
en la ruina social y económica, y muchas regiones de España quedaron
devastadas. Muchas zonas rurales sufrieron una crisis agrícola importante, con
altos niveles de pobreza, paro y carencia de oportunidades, y millones de
personas se vieron forzadas a abandonar su casa y emigrar, a veces buscando
simplemente algo que comer. En contraste, Cataluña, que antes de la guerra era
una región industrializada, mantuvo un crecimiento económico más sólido,
especialmente a partir de la década de los cincuenta, gracias al desarrollo de
sectores como la industria textil, química, metalúrgica o de la construcción. Esto
atrajo a muchos inmigrantes, principalmente durante las décadas de los 50 y 60.
“ Entre
1950 i 1975, Cataluña acogió a más de 1.750.000
personas
procedentes de otras partes de España
— Universitat
Oberta de Catalunya
Ciudades como Barcelona, Sabadell, Terrassa, Mataró, Granollers o Manresa recibieron a un gran
número de inmigrantes que se incorporaban a la industria textil, metalúrgica y
química, así como a la construcción o al sector servicios, y que modificaron
profundamente la composición social y cultural de
estas localidades. Aunque el fenómeno ayudó a cubrir la demanda de mano de obra
industrial, las diferencias culturales, unidas a la presión sobre los servicios
públicos, como vivienda y educación, generaron tensiones sociales, con un crecimiento
urbano descontrolado en muchos suburbios de las ciudades, y con las inevitables
dificultades de integración cultural de los recién llegados a la reprimida
sociedad catalana.

El país podía dar trabajo,
aunque apenas hubiera construcción de nuevas viviendas que, por otra parte,
nadie podía pagar, por lo que había que vivir donde pudiera. En la década de
los sesenta en Barcelona llegaron a vivir en chabolas —el equivalente a los
«suburbios» o las «favelas» de otros países—, unas 100.000 personas. El
chabolismo era antiguo, pero después de dos décadas de inmigración intensísima
de otras regiones de España, principalmente desde Andalucía y Extremadura,
adquirió una extensión inusitada.
“ En la década de los sesenta, unas 100.000 personas vivían
en barracas
en Barcelona
— Mercè Tatjer
Francisco Candel, que conocía de primera mano esta
realidad, fue probablemente el principal cronista de esa Barcelona. Él mismo
fue un niño inmigrante y vivió en estos barrios marginales hasta su muerte,
levantando su acta literaria en trabajos como Els altres catalans (1964), que
se convirtieron en un referente para entender la realidad social y cultural de
Cataluña durante el franquismo y los años posteriores.
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La llegada de estos "otros catalanes", como los
llama Candel, transformó la sociedad catalana de arriba abajo. Aunque
mayoritariamente hablaban castellano y mantenían costumbres de sus regiones de
origen, también fueron forjando una identidad propia dentro de Cataluña,
contribuyendo al desarrollo del país. Candel defendía que estos "otros
catalanes" debían ser considerados como ciudadanos plenos de Cataluña, no
sólo como "forasteros". La identidad catalana -que el régimen
intentaba diluir con esta inmigración- podía ser inclusiva, y los recién
llegados tenían la oportunidad de integrarse plenamente. Sus mensajes sobre la
convivencia, la integración y el respeto a la diversidad cultural siguen siendo
relevantes actualmente, especialmente en debates sobre la inmigración más
reciente desde otros países.
“ En medio de la dictadura, la inmigración fue una cuestión
de supervivencia.
Para muchos que llegaron, Cataluña se convirtió en una
esperanza, y para nosotros, en un reto de convivencia y cohesión
— Jaume Cabré


Barraquismo en La Perona (Esteve Lucerón)