
Los maquis realizaban sabotajes contra infraestructuras, puentes, ferrocarriles y centrales eléctricas, con la intención de desestabilizar la dictadura y dificultar el control del territorio. También atacaban cuarteles y puntos de control de la Guardia Civil y de las fuerzas franquistas. Muchas de sus acciones eran simbólicas, y su objetivo final era generar apoyos para una mayor insurrección que pudiera derrocar al régimen.


En diciembre de 1944, en plena posguerra, un grupo de
diez maquis procedentes del exilio republicano en Francia se refugió en la
masía abandonada del Borrell, en el término de Sant Mateu de Bages. Este grupo
formaba parte de las infiltraciones guerrilleras que seguían en la fallida
invasión del Vall d'Aran y pretendía llegar a Barcelona. Durante su estancia,
fueron vistos en el pueblo y, según diversas versiones, obtuvieron comida o
dinero de forma forzada, lo que provocó su delación a la Guardia Civil. La
noche del 10 de diciembre, un contingente de la Guardia Civil y voluntarios
franquistas rodeó la masía mientras los maquis dormían. Sólo uno de ellos,
identificado como Bernat o Vernet, logró huir; los otros nueve fueron capturados
y ejecutados sumariamente en la casa. Los cuerpos fueron trasladados por
jóvenes del pueblo hasta el cementerio, donde fueron enterrados en una fosa
común sin registro oficial.
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