

Meses más tarde, con el estallido de la Segunda Guerra
Mundial, estos pasos pirenaicos fueron testigos de la llegada de miles de
evadidos que huían en sentido contrario de la Europa ocupada por el ejército
alemán. El temor a una posible invasión de España por parte de los nazis
provocó que Franco decidiera construir una línea fortificada de bunkers
defensivos, que han permanecido en el territorio como testigo de unos años
bastante desquiciados en la frontera.
Los Pirineos no sólo representaron un desafío físico,
sino también un símbolo de libertad. Los caminos y lugares por los que los
republicanos atravesaron hacia Francia se convirtieron en parte de la memoria
histórica de un período trágico, y hoy son recordados como testigos de la
resistencia y valentía de quienes les transitaron.


