Los sinuosos caminos del exilio

Los caminos del exilio

Tras la victoria de las fuerzas franquistas, las columnas multitudinarias de refugiados republicanos se dirigen hacia el norte, atravesando los Pirineos hasta Francia. Los cruces de caminos, carreteras y senderos se han transformado en un laberinto de incertidumbre, con familias enteras que llegan extenuadas y desoladas a los campos de concentración del país vecino. Las condiciones son duras: el frío, la falta de alimentos y las enfermedades ponen a prueba la resistencia de quienes han quedado despojados de todo. Estas columnas son un reflejo de la tristeza y el desánimo que se vive en todas partes. En este momento de crisis, transitar los caminos del exilio no es sólo un viaje físico, sino también un viaje emocional cargado de pérdidas y sufrimiento.

 Los caminos del exilio eran una promesa rota, un laberinto de barro
donde los pies quedaban atrapados entre los recuerdos y el futuro incierto
— Núria Folch i Pi

Las rutas de evacuación de cientos de miles de refugiados de la Guerra Civil, camino de Francia, cruzaban diversas localidades y territorios emblemáticos, como los pueblos de Agullana, Vajol, Figueres o La Jonquera, entre otros. El collado de Belitres, que enlaza el municipio de Portbou (Alt Empordà) con Cervera de la Marenda (Rosellón), fue uno de los más utilizados. Entre el 27 de enero y el 10 de febrero de 1939, alrededor de 300.000 personas cruzaron la frontera por ese punto. Por otra parte, entre 40.000 y 70.000 personas, tanto civiles como militares, pasaron por Maçanet de Cabrenys, para emprender la ruta del Alt Empordà occidental por el paso de Costoja, en el collado de Portús. Camprodon era la puerta de entrada a Prats de Molló y al paso fronterizo del collado de Ares, el único paso establecido oficialmente por las autoridades francesas. Se calcula que a través de este punto se exiliaron entre 85.000 y 100.000 personas.


Por otro lado, en el Pallars Sobirà, donde el frente de guerra estuvo establecido durante cerca de nueve meses, el éxodo de la población fue un goteo constante hasta finales de febrero de 1939. Salau y Tavascan fueron los dos puertos principales por los que se accedía a Francia. Sólo entre los días 7 y 15 de abril de 1938, 755 personas, tanto civiles como soldados republicanos en retirada, llegaron a Ariège, la mayoría a través del Puerto de Salau.

 

Meses más tarde, con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, estos pasos pirenaicos fueron testigos de la llegada de miles de evadidos que huían en sentido contrario de la Europa ocupada por el ejército alemán. El temor a una posible invasión de España por parte de los nazis provocó que Franco decidiera construir una línea fortificada de bunkers defensivos, que han permanecido en el territorio como testigo de unos años bastante desquiciados en la frontera.

 

Los Pirineos no sólo representaron un desafío físico, sino también un símbolo de libertad. Los caminos y lugares por los que los republicanos atravesaron hacia Francia se convirtieron en parte de la memoria histórica de un período trágico, y hoy son recordados como testigos de la resistencia y valentía de quienes les transitaron.


“ Entre los meses de enero y febrero de 1939, 
cerca de 500.000 personas huyeron a Francia por varios puntos del Pirineo



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