El 23-F, una democracia con pies de barro


El 23 de febrero de 1981, el teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, lideró una insurrección militar que culminó con el asalto en el Congreso de los Diputados de Madrid, durante la sesión de investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo como presidente del gobierno. Tejero, al frente de un grupo de guardias civiles armados, entró en el hemiciclo e interrumpió la sesión efectuando disparos al aire y reteniendo a diputados y ministros como rehenes al grito de "¡Quieto todo el mundo!". El golpe de estado fallido pretendía restablecer un régimen autoritario, contrariando la transición hacia la democracia que se había iniciado con la muerte de Franco unos años antes.

“ El 23-F nos enseñó que la democracia española no estaba consolidada, que las viejas fuerzas del franquismo seguían dispuestas a volver al poder por la fuerza
— Manuel Vázquez Montalbán

Sin embargo, con anterioridad ya se habían producido otros intentos por parte de militares contrarios al proceso democrático. En diciembre de 1978, antes de la celebración del referéndum para ratificar la Constitución, la policía desarticuló la operación Galaxia, que tenía la intención de ocupar el palacio de la Moncloa, la sede de la presidencia del gobierno. En enero de 1980 se abortó otro con los mismos objetivos. Y los propios protagonistas persistieron hasta ocupar el Congreso de los Diputados en 1981.



El intento de golpe de estado se produjo en un momento de inestabilidad política, económica y social, con la preocupación de algunos sectores del ejército y de la derecha española por el avance del proceso autonómico, que otorgaba mayor poder y competencias a las comunidades, especialmente a Cataluña y País Vasco. Durante esas horas de incertidumbre, las fuerzas militares estaban divididas, pero el punto de inflexión decisivo fue el discurso del rey Juan Carlos I, que en la madrugada del 24 de febrero apareció en televisión, vestido con uniforme militar, condenando el golpe y reafirmando su compromiso con la democracia. Por último, los sublevados, incluido Tejero, fueron detenidos, juzgados y condenados a treinta años de cárcel, aunque salieron en libertad pocos años después. Sin embargo, hoy todavía no está claro todo el entramado político y militar que lo originó.


“ El 23-F fue el último gran bache del franquismo, un intento desesperado de las viejas fuerzas para evitar la libertad que el pueblo ya había ganado
— Joan Fuster

El 23-F aceleró el debate sobre el desarrollo del Estado de las Autonomías. En este contexto, el gobierno de la UCD, con el apoyo del PSOE, buscó la forma de calmar la creciente preocupación con la aprobación de la Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico, la LOAPA. Cataluña y País Vasco, al ver que esta nueva ley intentaba recortar sus competencias y limitaba el autogobierno, la recurrieron a los tribunales. En 1983, el Tribunal Constitucional determinó que varios artículos que pretendían homogeneizar el proceso autonómico, excedían las competencias del Estado y los declaró inconstitucionales.

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