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Una noche de luna llena
tramontamos la cresta,
lentamente, sin decir nada...
Si la luna hacía el pleno
también lo hizo nuestra pena.
La amada me acompaña
de piel morena y aire grave
(como una Virgen
que han encontrado en la montaña).
Para que nos perdone la guerra,
que la ensangra, que la arranca.
Antes de pasar la raya,
me tumbo y beso la tierra
y la acaricio con la espalda.
En Cataluña dejé
el día de mi partida
media vida dormida;
la otra mitad vino conmigo
por no dejarme sin vida.
Hoy en tierras de Francia
y mañana más lejos quizás,
no me moriré de añoranza
antes de añoranza viviré.
En mi tierra del Vallés
tres colinas hacen una sierra,
cuatro pinos un bosque espeso,
cinco cuarteras demasiada tierra.
«Como el Vallés no hay nada.»
Que los pinos ciñan la cala,
la ermita en lo alto de la colina;
y en la llanura un pequeño toldo
que late como un ala.
Una esperanza deshecha,
un pesar infinito,
y una patria tan pequeña
que la sueño completa.