
Proclamación de la Segunda República en la Puerta del Sol de Madrid (1931)
Las calles se encuentran llenas a rebosar. Miles de personas se han congregado en la plaza con banderas rojas, amarillas y moradas que ondean al viento, y la energía colectiva desborda todos los rincones. Es la Puerta del Sol de Madrid, pero podría ser cualquier ciudad de España. Hombres y mujeres de todas las edades abrazan a desconocidos e improvisan bailes en medio de la multitud. Algunas personas se han encaramado a las farolas para ver mejor la escena, agitadas por los gritos de "Viva la República!", que resuenan como un clamor vibrante de cambio. Incluso los más escépticos no pueden evitar dejarse llevar por el ambiente de euforia y la excitación propia de un nuevo comienzo. Es el 14 de abril de 1931, el día de la proclamación de la Segunda República, un día de luz y celebración, pero también la antesala de un trágico futuro que se avecina.
“ La guerra no empezó en 1936; llevaba años gestándose en los odios,
las desigualdades sociales y la política de confrontación que dividió al país
— Salvador de Madariaga
La La Guerra Civil Española (1936-1939) fue el resultado de décadas de tensiones sociales, políticas y económicas que dividieron al país en facciones opuestas, y que ya venían de lejos. Tras la restauración de la monarquía borbónica en 1874, España vivió un período relativamente estable, de alternancia entre dos partidos políticos principales: el Partido Conservador y el Partido Liberal. Sin embargo, esta estabilidad fue más aparente que real, ya que el caciquismo y la manipulación sistemática de elecciones desacreditaban al sistema político y generaban un gran descontento popular.
En las primeras décadas del siglo XX, el sistema de la Restauración empezó a desmoronarse. La presión creciente de los movimientos obreros, el desprestigio de la monarquía, y el auge de los partidos republicanos y nacionalistas en Cataluña y País Vasco, llevaron a un deterioro del orden. Entre 1917 y 1923, España sufrió una grave crisis, incluidas varias huelgas generales, revueltas militares y divisiones internas entre los partidos. Finalmente, el sistema colapsó en 1923 con el golpe de estado del general Miguel Primo de Rivera, quien instauró una dictadura secundada por el rey Alfonso XIII. Este régimen duraría hasta 1930, cuando se desintegró y fue reemplazado por un breve intento de restaurar el sistema parlamentario. Sin embargo, la pérdida de legitimidad de la monarquía llevó a la proclamación de la Segunda República el 14 de abril de 1931.
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Macià proclama la República desde el balcón de la Generalitat (Josep Maria Sagarra)
La Segunda República intentó implementar reformas sociales y educativas para modernizar el país, pero fueron rechazadas por las élites conservadoras, la Iglesia y algunos sectores militares. Estas reformas incluían la reforma agraria -que pretendía redistribuir la tierra entre los campesinos-, la separación entre la Iglesia y el Estado, una reforma militar para reducir el poder de los generales conservadores y un Estatuto de Autonomía para Cataluña. Como resultado, la República sufrió una creciente polarización entre la izquierda -integrada por republicanos, socialistas, comunistas y anarquistas- y la derecha -integrada por monárquicos, conservadores, falangistas y militares-.
“ La República no fracasó por sus ideales,
sino por la imposibilidad de conseguir la paz entre aquellos que deseaban el cambio y los que temían perder sus privilegios
— Clara Campoamor
Los sectores más conservadores del país, representados por el Partido Radical y la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), ganaron las elecciones de 1933 e intentaron revertir algunas de las reformas republicanas. En respuesta a ello, la izquierda se radicalizó. Uno de los ejemplos más notorios de esa polarización fue la insurrección protagonizada por mineros socialistas y anarquistas en Asturias, en 1934, y que fue brutalmente reprimida por el ejército bajo el mando de Francisco Franco.
Las elecciones de febrero de 1936 dieron la victoria al Frente Popular, una coalición de partidos de izquierda republicanos, socialistas y comunistas. Esto generó una fuerte oposición de la derecha, que se sintió amenazada y empezó a conspirar contra el nuevo gobierno, hasta empujar a sectores militares, liderados por figuras como el general Franco, a organizar un golpe de estado en julio de 1936. Este golpe, que debía ser rápido, se convirtió en una guerra civil cuando la resistencia republicana impidió la victoria inmediata de los militares.
