
Tras la victoria en la batalla del Ebro, el Segre se
convirtió en el siguiente objetivo de las fuerzas rebeldes. El frente se
estableció entre abril y mayo de 1938, y permaneció activo hasta el inicio de
la ofensiva final en Cataluña, en diciembre de 1938. Durante este tiempo, las
fuerzas republicanas, reorganizadas después de la desastrosa retirada en
Aragón, intentaron reforzar sus posiciones para evitar que las tropas rebeldes
cruzaran el rio, que era la última barrera natural que defendía Cataluña desde
el oeste.
El frente del Segre se mantuvo estable durante semanas.
Las milicias republicanas, mal equipadas y desgastadas después de meses de
intensos combates, resistieron ferozmente frente a un ejército franquista
superior en recursos, artillería y aviación. Lleida, Balaguer, Mequinenza y
Tremp fueron algunos de los puntos más importantes del frente, pero otros
muchos pueblos y localidades a lo largo del río fueron escenarios de combates
feroces, bombardeos y devastación.


